La competencia entre seres humanos, lo mismo que entre otros sistemas biológicos, explica una de las alternativas identificables sin mayores rebuscamientos, cuyas tendencias son impulsadas claramente como proceso de selección y perfeccionamiento aplicadas por los sistemas biológicos. Se imponen los ganadores en cualquier lucha o competencia, que, en todos los casos, resultan exhibiciones de poder sobrepuesto ante la selección evolucionista. La competencia promueve la selección del triunfador en detrimento de las probabilidades del perdedor. Toda competencia atesora el substrato de la preferencia selectiva a partir de las calidades definidas por el proceso evolucionista con clara tendencia a privilegiar las propiedades que nos acercan a la perfección divina. Tienden a extinguirse biológicamente las características o condiciones superadas ante la imposición de las superiores, las que nos acercan a los prados divinos, donde han de arribar los gladiadores capaces de desafiar la misma idealidad divina. El tesón, la tenacidad constituyen propiedades positivas al momento de realizar los procesos de competencia por alcanzar la divinización, avances por avances hasta alcanzar las cumbres divinas puestas como metas.
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