jueves, 22 de agosto de 2019

SALERIA Y EL SANTO DE SANTÓN

Santón exhibía una estatura fuera de lo común. Labriego rural, reconocido apostador a juegos de azar, apuestas de gallos y otras. A los muchachos nos impresionaba su corpulencia tan esbelta. Era fama su presencia solidaria en los mortuorios donde su presencia destacaba tanto por su figura de leñador como por los truenos de su voz imposible de ser rebajada a tonos regulares.

Una mañana el Segundo Alcalde de La Cuchilla, paraje natal y donde vivía Santón vino al Puesto Municpal de Policía, a dar cuenta de que Santón había sido mencionado por la familia de Saleria, una joven mujer alejada de su marido, como perpetrador de un acto de violación contra la citada Señora. Hecho que, a decir de la denuncia hecha, habría ocurrido bajo la discreción y resguardo del ramaje que colgaba sobre la ladera y la corriente del  arroyuelo al que solían bajar las mujeres temprano a buscar agua y a lavarse ellas mismas cuando la discresión de la soledad se lo permitía.

Luego de detenido y completadas las indagatorias propias a cargo de la autoridad, Santón admitió parte de los hechos aduciendo provocaciones previas y continuas de parte de la ofendida Saleria. Casi todas las buenas señoras  que fueron consultadas como parte de las investigaciones, atestiguaron que Santón siempre fue muy colaborador ante cualquier servicio solicitado por cualquier vecina, cuando era requerido, de muy serio comportamiento, mientras por casualidad, solían dejar en entredicho el comportamiento simpático y risueño de Saleria.

Los detalles fueron arreglados sin audiencias formales en el despacho del Juez de Paz Municipal, de tal forma que Santón, después de haber permanecido detenido en el cuartel del puesto de policia por unos tres días del fin de samana, debió asumir la responsabilidad de arreglarle una casa a Saleria y asegurarle hasta unas cuatro chivas. Santón no se rindió por completo, contrariamente, buscó conquistar por las buenas a Saleria quien finalmente se entregó a Santón y al paso de pocas semanas ya este se dejaba ver visitando desde la tarde temprana la casa de quien hiciera los motivos de sus culpas denunciadas.

Cuando Saleria y Santón conversaron ya animadamente, luego de olvidar los malos recuerdos, ella bromeó con él y le decía: -no entiendo por que te dicen Santón, si lo menos que tu tienes es nada que pueda ser propio de algún santo-. al acierto de  Saleria, Santón le decía, claro que tienes razón, todas las de este paraje saben que mi santo es un santón.

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