Los cuentos, al igual que las novelas, los poemas, etc., tratan de forma distintiva la realidad. Me divierte mucho jugar con el lenguaje, el arte poético, los relatos... pero he de estar consciente de que no es lo mismo el arte del relato, el ensayo científico, ni la ficción. Algunas mentes confunden la poesía o el relato bíblico artístico con la realidad. En esos casos, es insensato hablar con personas que, cerebralmente, han asimilado como verdades relatos fantasiosos como los relatos bíblicos milagrosos.
Sin embargo, existen personas con inteligencias razonadoras con las que es posible llevar a cabo una experiencia inteligente, sabia, capaz de entender cabalmente un relato bíblico racional. Son pocos, escasos, pero existen incluso entre los pentecostales—sectas imbuidas en las ciencias—capaces de aceptar la mayoría de las prácticas racionales. Suelen, no obstante, bloquearse ligeramente cuando se trata de ciertos momentos que justifican algunos de sus misterios. Son, en gran medida, más llevaderos, menos obtusos, más asimilables.
Algunos pentecostales—por lo general, mentirosos de corazón—cultivan con obsesión sus mentiras, sus milagros, sus obsesiones... aun convencidos de que mienten, con una actitud enfermiza, casi psiquiátrica. Esos casos no vale la pena tratarlos si no se busca asistencia profesional
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