jueves, 20 de septiembre de 2018

LA CORRUPCIÓN - OTRO COMENTARIO

Entrar en consideraciones exegéticas que puedan rozar las interpretaciones relacionadas con el contenido de los textos religiosos, es muy arriesgado, delicado y sobre todo visto como un atrevimiento por cuenta de los facultados profesionales dedicados dichos ejercicios. Como es de viejo sabido o pretendido, los titulados de Ing. Químico, se sienten tentados a meter en sus fórmulas analíticas masticables, asuntos  misticos, cósmicos y a veces a hasta cómicos. Yo estoy titulado de Ing. Quimico y no escapo a esas inclinaciones fantásticas, fantasiosas y hasta fantoches. Un tema traído hoy a la opinión pública mundial y de modo muy señero en República Dominicana, es la denominada "Corrupción Administrativa Estatal y Comercial". Como es de esperarse, un texto como "La Biblia" o "Libro", en cuyos mensajes se contienen las líneas de comportamiento acptables, recomendables, condenables y castigables que debe seguir cada ser humano llamado a considerarse criatura hija de Dios, no dejaría de tratar un asunto tan crítico como es de considerarse la administración de los bienes colectivos de la comunidad o bienes públicos, sus aplicaciones y el respeto por los lugares en los que se atesorarían esos bienes. En este punto es importante entender que ese "Libro", considerado como contenedor  de Verdades Sagradas para sus seguidores. sigue en gran parte de toda su estructura escritural, una sipnosis gráfica de interpretación que puede resultar a veces muy profunda para unos, -los pretendidos filósofos-, aunque muy elemental para los más directos y los "demasiado humildes ", como los Ing. Químicos. Por mi parte, asumo que la presencia en el templo al que Jesús El Galileo,  El Ungido, El Hijo del Padre, en aquella ocasión en la que se enfrentó a los mercaderes, los conminó violentamente a salir y los tildó como ratas. constituye un mensaje fundamentalmente parabólico en el que se denuncia la corrupción de la moral social a través de los mercados que no respetan nada ni a nadie, ni siquiera los espacios morales más sagrados de la cultura humana. Hoy, cualquier orador de púlpitos solemnes, haría bien si entrara a completar esa interpretación que bien me parece que constituye el mensaje escencial aunque parabólico, de aquella actitud que con rizos de violencia esenificara aquel citado pastor de almas en el más sagrado libro de la Fe Cristiana. Esta incursión me ha brotado a partir de una conversación surgida junto a uno de los más enjundiosos y agudos pensadores de entre nuestros colegas y amigos, poco dado a hacer estos ruidos, pero que sabe mandar piedras como balas de catapultas contra corruptos y maldicientes aunque sean de los mismos colegios profesionales y academias a los que se obliga a acogerse institucionalmente.
  

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