jueves, 20 de septiembre de 2018

LAS DOS TEORÍAS DE LA NATURALEZA DIVINA

Contamos con dos teorías naturales, las cuales resultan, desde el mirador dicharechero de nuestra volátil imaginación, resultan perfectamente compatibles. La Primera nos habla desde la inteligencia divina, infinita y perfecta, desde la cual prevemos que siendo perfecto el conocimiento Divino, tanto de la historia de lo ocurrido, como de lo instantáneo y lo por ocurrir. A partir de dicha construcción teórica, queda explicitamente claro que conocido el futuro, este no puede ser incierto y mucho menos modificable en tanto el conocimiento del mismo es de absoluto dominio de esa inteligencia Divina, Parfecta, Absoluta y Completa.

La Segunda posibilidad es la que parte de que la materia y sus propiedades físicas ajustadas a la perfección de las matemáticas que caracterizan el comportamiento de La Madre Naturaleza. La Divinidad y La Inteligencia que rige la Naturaleza no son incompatibles, por el contrario, coinciden en la formalidad de la ontológica exactitud que rige el comportamiento natural de todos los eventos materiales de los que todo estudioso medianamente enterado, coincide en considerar que las condiciones iniciales de cualquier fenómeno material, -y hasta espiritual si lo quisiéramos vanalizar con un toque esoterismo-, es función a su vez, de anteriores condiciones iniciales que siguen el mismo orden de la Naturaleza Material. La Naturaleza, resulta, por tanto, en un conjunto de perfección Divina, lo mismo que Dios resulta, obviamente tan Natural como decir que es La Naturaleza misma. Poicaré falleció sin alcanzar a determinar la inmensa calidad de sus propias conjeturas, sin embargo hemos de recordar que el excentrico Grigori Perelman (Quien hoy se haya emburujado con la afanosa tarea de tratar de demostrar matemáticamente mi completa convicción de que la Inteligencia Divina forma parte de la Naturaleza y es real), ya logró convertir o graduar la Conjetura de Poincaré en Teorema Lógico.

Creo, estoy convencido (o cuando menos de ello presumo), de que el Universo sigue reglas únicas, infalibles y atermporales. Somos fraccíón continua de la Naturaleza y como tal, por tanto, continuación de la Naturaleza Divina, de todos sus atributos y propiedades.

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