Nacer es comenzar a morir. En la medida que nos enfrentamos a la adversidad del medio natural, la lucha por la supervivencia de la especie se torna cada vez más agreste. Complacida, finalmente, la feliz misión de la reproducción, se acelera la caída de la pendiente de la curva que describe la lucha por la supervivencia. Pronto nos damos cuenta de que se acerca la gran catástrofe que nos convertirá en desechos humíferos sobre los que se alimentará los procesos de continuación de la misma batalla. A partir de entonces comenzamos a ver todo a nuestro alrededor como desastre que se nos viene encima como avalancha de desechos destructivos. Nuestra memoria consciente, aun más, la inconsciente, pasa a revisar todos los mejores momentos de lo más feliz de nuestra existencia, desde que vimos la primera luz, la primera mamada, la satisfacción por las frescuras primaverales asociadas a los colores de los alimentos y las flores y verdes que les preceden. Esos recuerdos compiten ahora con los dolores en los huesos, las indigestiones, las agresiones contrarias al placer por la reproducción, los rechazos implícitos a nuestra presencia y existencia misma. Así que todo nos parece lo peor, -y lo es-, por cuanto pasamos a rememorar con melancolía y nostalgias, todo lo vivido cada vez más atrás, más atrás.....hasta el nacimiento y quizás algo más lejos aun. Ya todo lo anterior nos parecerá muchísimo mejor que lo vivido hoy. Absurdo inobjetivo total ! La evolución biológica material sigue las leyes dialécticas que nos dirigen en el sentido de la perfectibilidad, sea el pensamiento cultivado dentro del concurso materialista como dentro del concurso del idealismo divinológico. Lo demás es signo de la lógica inclinación hacia la rendición total. Son mejores nuestros hijos como lo serán los hijos de nuestros hijos. Ellos acumulan nuestras enseñanzas y las que suman a partir de la natural selección por el mejoramiento continuo.
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