El Credito es el alma centrada en el núcleo del sistema económico-social que funda la movilidad industrial en la acumulación de esfuerzos representados por medios compromisarios contractuales bajo signos morales, eticos, religiosos, sociales o militares, que se hacen fuerte en la tradición a trvés de monedas de intercambio, hoy expresada en la poderosa simpleza del virtuosismo informático y, aun mejor que todo, en la fidelidad a la institucionalidad formal de convenios nominados por Estados Políticos y Comerciales.
El Credito es así, una expresión del monetarismo comercial, es el simbolo de la capacidad de acumular los potenciales esfuerzos humanos, comprometidos a cargo de sociedades políticas y comerciales nominadas, desde antes del nacimiento biológico de los individuos involucrados en el derecho al usufructo del mismo como en los deberes de resarcirlo.
En la sociedad desarrollada por el hombre moderno, abjurar completamente del crédito capitalista, es casi imposible. Sus modalidades prácticas, resultan de tal forma imprescindible, que tan pronto como hayamos de hablar de intercambio monetario, aun a partir del más elemental proceso de cambalaches, queda implicito el crédito, el compromiso, la obligación contractual moral, que signa el crédito junto a sus implícitos beneficios sociales.
Lo que sigue más allá del proceso moral es la guerra competitiva por la repartición de beneficios sobre la explotación de sus utilidades, las que según el sistema financiero al que se acoja, podrá redituar unos cabecillas de grupos sociales muy concentrados o a grandes conglomerados que pudieran resultar ser los mismos generadores de los esfuerzos acumulados como capital de energías reproductoras útiles.
Por lo general, comprender estos juegos contemporáneos de la Economía de Los Estados, es de fácil y sencilla asimilación para intelectuales de las ingenierias y otras formaciones académicas en las que aprende a jugar con el seguimiento y cotejo de múltiples variables suscesivas y consecutivas. Muchas veces ocurre que la resistencia cultural a aceptar lo comprendido, sea por miedo a reconocernos a nosotros mismos, nos compele a negarnos frente a la realidad, si la misma nos resultara molestosa. Es esa una actitud antopológica natural, comprensible y lógica, que simplemente merece ser conocida y entendida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario