Todas las armonías universales, sensibles a las capacidades del cuerpo humano para percibirlas, hallan asiento en los sistemas neurales del cerebro humano de tal forma que al sincronizarse con las ondulaciones de las frecuencias electricas de los distintos y diversos centros de transmisión y recepción de estas corrientes, llegan a generar resonancias capaces de provocar la percepción de placeres que son captados por los sensores moleculares enzimáticos que alimentan y estimulan las respuestas cerebrales.
Las visulazaciones artísticas de formas, colores, sonidos y otras formas de percepción presentes en el cuerpo, capaces de estimular esas respuestas armónicas y resonantes con las de los centros de percepciones humanas, pueden generar los sentimientos de placer, o, por el contrario, las alarmas contrapuestas de estrés dolorosos, contrarios a las armonías complacientes a las necesidades biológicas humanas. De ese modo tienen orígen las percepciones agradables de la música, las combinaciones de colores de las flores, las formas artisticas, las palabras y frases en la poesía, los olores y estímulos feromonales, etc.
Del mismo modo actúan y hacen responder las formas de los discursos, los relatos y las redacciones de textos de cualquier naturaleza, en forma y contenido. La percepción de las ideas ordenadas en sentido que coincida "forma musical", es decir, "agradable" a lo que quiere, espera y piensa escuchar o leer el receptor humano, se vuelve convincente, satisfactorio, armonioso, dulce, bello, estético, sincrónico, resonante, placentero al conjunto neurologico humano. Esa es la razón por la que las redacciones de las constituciones y las lleyes resultan muchísmo más armoniosas y aceptables cuando su redacción resulta resonante con los sentimientos neuroógicos del pensamiento humano.
Así que resulta muy efectivo lograr redacciones de belleza estética resonante, armoniosa, tal como se logra en la belleza de los textos breves pero decisivos de las bases jurídicas, resumidas en unos principios y leyes casi inamovibles que sirven de constitución a la sociedad del Reino Unido y otras formaciones estatales de similares tradiciones. Aunque pudiera resultar de difícil asimilación a la interpretación corriente de los valores contenidos, por subjetivos, en esas formas estéticas, estas forman parte del conjunto de capacidades que les dan viegencia permanente, sabor, aceptación, respeto y sensación de orgullo ante los súbditos de las formaciones sociales que las han acogido. La elegancia de los contratos entre sociedades y personas, concitan confianza, seguridad, sentido de armonía que mueve a su aceptación y acogencia.
De esa elegancia parten las tradiciones en los juegos de palabras tras los convenios y contratos diplomáticos entre los estados, aplicados aun para hacer las guerras y justificar las conflagraciones más catastróficas imaginables, como lo registran las historias, por ejemplo, de estados de desastres como los propiciados por El Santo Oficio, los bombardeos contra sociedades acusadas de representar "los males del mundo" que han "merecido", ser sometido a "castigos", consensuados por parte de otras sociedades y convenciones "del bien".,
Las bellezas estéticas, armonicas, cuando resultan armoniosas, resonantes a los oídos de las masas populares, son capaces de provocar avalanchas poderosas que pueden coincidir con los espíritus de la razón de largos o medianos plazos, pero igual pueden resultar completamente explosivos, caóticos y desorientados de razones, sobre todo cuando andan aparentemente "sueltos en banda". Las armonías populares, masivas, resonantes con la espontaneidad, no me gustan mucho.
Las gracias populares como las letanías no les resuenan muy bien a mis cuerdas. Durante años como monaguillo o clérigo, conduje Rosarios Nocturnos en mi Parroquia, ello mie llevó a aprenderme tan de memoria La Letanía que siento que aun soy capaz de recitarla, pero ya no las sigo con el mismo entusiamo pues pienso que las indulgencias acumuladas han de bastarme para seguir elegido entre las mil gruesas de escogidos..
Las visulazaciones artísticas de formas, colores, sonidos y otras formas de percepción presentes en el cuerpo, capaces de estimular esas respuestas armónicas y resonantes con las de los centros de percepciones humanas, pueden generar los sentimientos de placer, o, por el contrario, las alarmas contrapuestas de estrés dolorosos, contrarios a las armonías complacientes a las necesidades biológicas humanas. De ese modo tienen orígen las percepciones agradables de la música, las combinaciones de colores de las flores, las formas artisticas, las palabras y frases en la poesía, los olores y estímulos feromonales, etc.
Del mismo modo actúan y hacen responder las formas de los discursos, los relatos y las redacciones de textos de cualquier naturaleza, en forma y contenido. La percepción de las ideas ordenadas en sentido que coincida "forma musical", es decir, "agradable" a lo que quiere, espera y piensa escuchar o leer el receptor humano, se vuelve convincente, satisfactorio, armonioso, dulce, bello, estético, sincrónico, resonante, placentero al conjunto neurologico humano. Esa es la razón por la que las redacciones de las constituciones y las lleyes resultan muchísmo más armoniosas y aceptables cuando su redacción resulta resonante con los sentimientos neuroógicos del pensamiento humano.
Así que resulta muy efectivo lograr redacciones de belleza estética resonante, armoniosa, tal como se logra en la belleza de los textos breves pero decisivos de las bases jurídicas, resumidas en unos principios y leyes casi inamovibles que sirven de constitución a la sociedad del Reino Unido y otras formaciones estatales de similares tradiciones. Aunque pudiera resultar de difícil asimilación a la interpretación corriente de los valores contenidos, por subjetivos, en esas formas estéticas, estas forman parte del conjunto de capacidades que les dan viegencia permanente, sabor, aceptación, respeto y sensación de orgullo ante los súbditos de las formaciones sociales que las han acogido. La elegancia de los contratos entre sociedades y personas, concitan confianza, seguridad, sentido de armonía que mueve a su aceptación y acogencia.
De esa elegancia parten las tradiciones en los juegos de palabras tras los convenios y contratos diplomáticos entre los estados, aplicados aun para hacer las guerras y justificar las conflagraciones más catastróficas imaginables, como lo registran las historias, por ejemplo, de estados de desastres como los propiciados por El Santo Oficio, los bombardeos contra sociedades acusadas de representar "los males del mundo" que han "merecido", ser sometido a "castigos", consensuados por parte de otras sociedades y convenciones "del bien".,
Las bellezas estéticas, armonicas, cuando resultan armoniosas, resonantes a los oídos de las masas populares, son capaces de provocar avalanchas poderosas que pueden coincidir con los espíritus de la razón de largos o medianos plazos, pero igual pueden resultar completamente explosivos, caóticos y desorientados de razones, sobre todo cuando andan aparentemente "sueltos en banda". Las armonías populares, masivas, resonantes con la espontaneidad, no me gustan mucho.
Las gracias populares como las letanías no les resuenan muy bien a mis cuerdas. Durante años como monaguillo o clérigo, conduje Rosarios Nocturnos en mi Parroquia, ello mie llevó a aprenderme tan de memoria La Letanía que siento que aun soy capaz de recitarla, pero ya no las sigo con el mismo entusiamo pues pienso que las indulgencias acumuladas han de bastarme para seguir elegido entre las mil gruesas de escogidos..
No hay comentarios:
Publicar un comentario