El obligado sentido que impulsa al hombre, como a los demás seres biológicos, a alcanzar la perfección divina, es imprescindible para comprender el espíritu que impulsa la existencia y sus batallas por la reproducción, la sobrevivencia y la perfección que nos elevaría hasta sumun divino.
Siendo así, esta realidad nos conmina a conducirnos bajo el regimen biológico y social que mejor nos acerque a ese logro ideal, a alcanzar la divinazación que desde la anatomía humana halla sentido en la carrera de competencia esceneficada por las primeras células en los feraces prados espermatófilos del vientre materno.
La idealización en torno al perfeccionamiento continuo e ilimitado, caracteriza nuestros afanes reproductivos y sociales. Así cultivamos, desarrollamos y buscamos completar nuestra existencia en busca de acercarnos cada vez más a acompañar el reinado Divino.
No es mezquindad la de muchas confesiones que han puesto límites con números a los elegidos que finalmente alcanzarían a formar parte del secretariado o ministerio superior (mil gruesas y nadie más). La Fe tiene sentido. Es una demanda biológica y social ineludible, programada como parte de nuestro diseño material, cuyo sentido en el proceso biológico evolutivo nos compele a la superación ilimitada, aun más allá de la vida propia de único individuo.
Las sociedades que han cumplido procesos de civililación más agudos, tienden a desarrollar con mayor firmeza el sentido de crecimiento social colectivo con miras al futuro, es decir que los individuos toman con mayor ahinco el sentido de su existencia como célula unitaria que forma parte del futuro a través de su propia descendencia, a través de la cual buscaría llegar a alcanzar esa perfección divina que es su impulso obligado. Estoy convencido de que soy parte de ese futuro divinológico.
Atentamente: Julio Ramírez.
Atentamente: Julio Ramírez.
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