viernes, 12 de julio de 2019

OTRA HUMILDE DICHARACHERÍA, MAS HUMILDE

La " humildad ", es un objeto intangible que suele ser exhibido y exhaltado como valor humano en los tratados  de ciencias de los mercados políticos y sobre todo en las confesiones religiosas más extendidas sobre cualquier geografía del planeta. Por lo general, las manifestaciones anunciadas con mayor intensidad, tienden más a desmentir el objeto anunciado que el objeto real que lo sigue. El Gurú indio conocido mediaticamente como Sathia Sai Baba, de quien se anunciaba que era el mismo dios, infalible, inmortal, poderosamente dotado para crear un nuevo universo al instante de un chasquido de sus dedos, fue un promotor de su tanta humildad, tal que no utilizaba sus poderes para "materializar", todo cuanto su inteligencia pudiera imaginar, solo por la magnanimidad de su proverbial "humildad".  Así de humilde nos confesamos con frecuencia todos los humanos, pues la humildad viene exaltada como valor superior por todo nuestro universo humanista.  Comportamientos ejemplarmente humildes se les atribuyen a modelos sociales históricos como Sidharta Buda, Jesucristo, Mandela, Mahatma Ghandi, Juan Pablo Duarte, Ho Chi Min, La Madre Teresa y hasta muchos casos de  destacadísimos y poderosos guerreros, reyes y poderosos tenientes materiales, son llamados  y promocionados como humildes sabios. La humildad viene así a considerarse un bien social, que, sin embargo, suele reducirse a una difusa manera valuar las virtud humana, cuando como contrapartida aparece la paradoja real: ser orgulloso poseedor de una gran humildad. Hoy crece como verdolaga en tierra húmeda la convicción neocristiana de que la humildad material no consiste en no poseer bienes ni dominios materiales de cualquier clase sino, en evitar ensoberbecerse ante Dios por ser poseedor de los mismos. Así, bien claro ha de quedarnos que la humildad no ha de ser un bien de valor absoluto ni referido a la pobreza material, del conocimiento o aun del poder y dominio sobre los demás, es decir, el reino de los cielos estará reservado a los humildes de corazón, no a los humildes perdedores de todas las apuestas sociales y materiales. 

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