viernes, 26 de febrero de 2021

DIÁLOGOS PANDÉMICOS

 Recientemente logré una de esas interacciones servidas felizmente por las comensalías pandémicas, restringidas al más íntimo contacto cibenético de tercer y cuarto nivel.  Aprovehamos para derrochar de esos trasbordes retenidos por decenas de razones,  negligencias, desmotivacionales, prudencias   profesionales, temores, rebatiñas, sin bordes, incongruencias etc...


.Salieron así a relucir entre esos gastos románticos pendientes, adolescencias sobre gestos amistosos de admiración y reconocimientos pendientes de expresión como si se tratara de una celebración de tragos que no pudiendo ser más que imaginados,  dada la infelicidad de las amenazas pandémicas, la diabetes, el colon irritado, la tos de advertencias, la indigestión vesicular y demás gracias del Rosario Católico.  


Hicimos resaltar sin temores endiablados, aquellas felices virtudes, entre las que como excepción siempre saltó el punto de su sobresaliente inteligencia que le permitía entenderlo todo sin esforzarse y hasta con cínica sonrisa cuando todos los demás parecian confundidos ante algún dilema académico. 


Era uno de esos casos de carajitos raros. Dios no se lo concedió todo. También pasamos balance a su incapacidad supina para portar el bate de beisbol o irse a las trompadas cuerpo a cuerpo como cualquiera en un play. 


Aproveché la ocasión para compartír el buen sabor pandémico del trago supuesto, le cuestié sobre sus reflexiones, -ello, como he de recordar-, por tratarse de quien siempre consideré un genio ante las reflexiones más inteligentes-, ante la difusa "moral". Vaya usted a saber, mi genio se espantó, me advirtió sobre la posibilidad de que la Procuraduría General de la Republica, pudiera estar pinchando telefonos bajo la programación de algunas palabras subversivas. 


Al fin, aceptó, eso si, aclarándome que el lo habían criado como cristiano, que no pensaba pelearme con sus padres ni con su mdrina, así que me aclaró que una cosa era la filosofía académica, su fe y su familia,  mientras otra eran las tertulias cibernéticas, las redes sociales y sus cherchas familiares en general, con las que nadie debe esperar que se pelee ni se contradiga.  


Al fin llegó la hora de la verdad y la respuesta esperada. Escuché una voz que le decía, con muchísimo afecto: "mi a amor, cena está buenísima y se va a enfriar...". Mi amigo rio  sin discreción y solo me dijo: ...."nos volveremos a llamar "......Yo seguiré esperando. Quizás tengamos la ocasión de volvernos a llamar.....Quizás la pandemia nos lo permita.

 

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