Justa razón es, ha sido, seguirá siendo y permanecerá. Explicaciones divinas, calculables y precisas, completan sin atisbos de duda alguna, las virtuosas razones que garantizan todas las completas explicaciones, ante todo divinamente infalibles, que, sin embargo, no alcanzan a bien ajustar al pensamiento humano común.
Metas como las que enderezan los razonamientos inteligentes de cerebros inéditos, de concentrados ordenamientos mentales históricamente recompuestos, no alcanzaron nunca más allá que para resumir su conclusiones exterminando, nada menos que al proio Dios. Platón, Sócrates, Epicuro, Galile y hasta algunos pontífices cristianos tan santos como Pio XII y León X, fueron capaces situarse en posiciones teológicas de franca profanación a asuntos tan sagrados como la propia y misma duda sobre la fe cristiana o los derechos sobre la natalidad biológica.
Discutir, por ejemplo, la conveniencia material, razonada, medida, trascendental, por ejemplo al referirse a la conveniencia material del respeto a la vida, su biología, su perfeccionamiento, su razon de exisistir, su materialidad, su termporalidad, su sentido mismo, es vieja brega, retorcida, repulida y mil veces reencontrada por todos los recovecos y atascaderos de la razón como de todas la medidas de la materia. Sabido demás es que han sido muchos los tostaderos mentales, biológicos y de cualquier modelo de interpretacion mateial o espiritual, al que muchísimos nos abocamos siguiendo distintos derroteros emocionales o espirituales, cuando no alcanzamos para los funerales espirituales.
Luchar por sobrevivir, convencernos de de los razonamientos más nobles como las bellezas dignas de la vida en paz, a veces contrapuesta, sin embargo, como dicha del guerrero vencedor, el genio sobresaliente que domina la materialidad espiritual, las exaltaciones sobre los dominios del dolor, la espiritualidad, etc. Resultan, de vez en cuando, como holografías imaginadas incapaces de serles útil al futuro. Yo, de cierto os digo, que de vez en cuando me resulta razonable mudarme a vivir a Singapur, mientras aprendo a pronunciar el Zuahili y a orar en Budú. Ojalá me sumen los chelitos convenientemente.
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