Los pensadores más enjundiosos reconocidos a contar desde que se dispone en el mundo de registros culturales documentados, han dedicado tantas horas de todo el hacer de sus pensamientos, tal que se da cuentas de algunos casos en los que algunos acetas pasaron toda su vida inspirados en la búsqueda del "sentido de la vida".
Bajo múltiples variantes, los filósofos, científicos, psicólogos, maestros místicos, políticos, rligiosos, ateistas de todas las civilizaciones, incluídas algunas que lucirían tan rudimentarias, aborígenes que no parecería que ellas alguien se dedicara escudriñar entre esos pensamientos.
Cierto, ciertísimo, es que muy lejos anda la inteligencia humana de alcanzar a definir con alguna precisión siquiera discutible que superara los límites de la felicidad biológica o la mística (que es una de las mieles que alimentan las demandas de energía biológica).
Verdad clara es este mismo hecho que nos conmina a tratar de escudriñar tras alguna respuesta con algún aroma a racionalización del objeto en discusión. Ilusionistas, fantaseadores, religiosos, moralistas, truqueros, humanistas y soñadores de noches eternas, aseguran haber descubierto ese elusivo Grial que signa, aun sin estar seguro de su existencia, todas nuestras luchas, afanes, teorías y búsquedas aun más allá de la vida misma.
Los filósofos más frívolos más frívolos, -a decir de mi pensar propio-, han limitado sus soluciones a la palabra "felicidad", como objeto orgásmico vital. Este sentido, materialmente racional, resulta igualmente frustratorio si se intentan superar la biología y sus propuestas místicas enfocadas en las sublimes propuestas del amor divino, de carácter biunívoco, -de Dios hacia su Creación y de sus criaturas hacia Dios-.
Sería esta interpretación la más encumbrada idea para imaginar ese Sentido del Vivir o de la Vida. Sin embargo, sigue siendo esta una construcción cultural, humana, lejos de significar un concepto unánime, universal, ni siquiera atribuible a la gran parte del pensamiento humano.
Convencido como estoy, sin intensiones de desconvencerme nunca, dejo esa investigación a la certeza de que cuando sea de lugar, Dios nos hará conocer todo cuanto fuera oportuno, por lo menos quienes alcancemos lugar numerado entre las mil gruesas de elegidos.
Bajo múltiples variantes, los filósofos, científicos, psicólogos, maestros místicos, políticos, rligiosos, ateistas de todas las civilizaciones, incluídas algunas que lucirían tan rudimentarias, aborígenes que no parecería que ellas alguien se dedicara escudriñar entre esos pensamientos.
Cierto, ciertísimo, es que muy lejos anda la inteligencia humana de alcanzar a definir con alguna precisión siquiera discutible que superara los límites de la felicidad biológica o la mística (que es una de las mieles que alimentan las demandas de energía biológica).
Verdad clara es este mismo hecho que nos conmina a tratar de escudriñar tras alguna respuesta con algún aroma a racionalización del objeto en discusión. Ilusionistas, fantaseadores, religiosos, moralistas, truqueros, humanistas y soñadores de noches eternas, aseguran haber descubierto ese elusivo Grial que signa, aun sin estar seguro de su existencia, todas nuestras luchas, afanes, teorías y búsquedas aun más allá de la vida misma.
Los filósofos más frívolos más frívolos, -a decir de mi pensar propio-, han limitado sus soluciones a la palabra "felicidad", como objeto orgásmico vital. Este sentido, materialmente racional, resulta igualmente frustratorio si se intentan superar la biología y sus propuestas místicas enfocadas en las sublimes propuestas del amor divino, de carácter biunívoco, -de Dios hacia su Creación y de sus criaturas hacia Dios-.
Sería esta interpretación la más encumbrada idea para imaginar ese Sentido del Vivir o de la Vida. Sin embargo, sigue siendo esta una construcción cultural, humana, lejos de significar un concepto unánime, universal, ni siquiera atribuible a la gran parte del pensamiento humano.
Convencido como estoy, sin intensiones de desconvencerme nunca, dejo esa investigación a la certeza de que cuando sea de lugar, Dios nos hará conocer todo cuanto fuera oportuno, por lo menos quienes alcancemos lugar numerado entre las mil gruesas de elegidos.
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