miércoles, 4 de septiembre de 2019

VAGANCIA MEDIÁTICA.

Durante siglos, la sociedad constituida como cuerpo organizado del conjunto humano ha lidiado con la necesidad de sobrevivir bajo un regimen de control y protección de la vida entre sus congéneres, como una de las medidas inteligentes más efectivas de los procesos evolutivos que tienden a la preservación, desarrollo y especialización de las especies.

En la medida que la civilización humana alcanzó a disponer de reglas lógicas sobre la necesidad de preservar la vida de sus socios, han sobrevenido variadas consideraciones surgidas del pensamiento que convierte al hombre en sujeto de reflexiones, definiciones y conceptos fundados en el razonamiento memorístico, inteligente y lógico. Desde allí parten los arreglos que dan lugar a las reglas de El Derecho deducidas a su vez de las reglas de El Deber y las Obligaciones.

Del mismo surgen entonces, las violaciones o transgresiones a las reglas, las necesidades de corrección sobre dichas transgresiones, los reconocimientos, los estímulos y las negaciones.  Así llegamos a los juicios, condenas y penas. Las teorías sobre las penas han consumido muchísimos esfuerzos intelectuales. Las penas como resarcimientos vengativos o emparejamientos justos se contraen al sabor de sentimientos  parejos del que aspira a que se ejecuten los mismos frente a quien los habría merecido. Es el reconocimiento mismo de su derecho a ser igual.

Una interpretación mejor evolucionada, pretende que la pena lleve la seguridad al resto de la comunidad social de que el penado, no estaría disponible para seguir transgrediendo las convenciones arregladas  como ordenamiento seguro de la vida en sociedad. La más moderna  trascendentemente depurada en nuestro orden civilizado, viene a ser la necesidad de enderezar el comportamiento desviado de los arreglos convencionados,

Una de las consecuencias efectivas, sin embargo, de cualquiera de estos conceptos, buscaría ejercer la amenaza o advertencia sobre el  penado y sobre el resto del conjunto social, de las consecuencias en las que puede devenir su conducta si transgrede los pactos arreglados por la sociedad.

Esta advertencia, es una de arraigo popular, que, en realidad es una deriva del resarcimiento como venganza que se anida en los miembros más biológicos de la sociedad, los que menos  han logrado superar los instintos naturales que tienden a allanarse con el cultivo o cultura de la civilización humana.

Ese sentimiento suele arropar las respuestas de la grandísima generalidad de teóricos sociales, políticos, religiosos, guerreros, etc., cuanto más cercanos se sientan  a su biología natural. Se ha vuelto un estribillo casi unánime en la sociedad mediática dominicana, la expresión "regimen de consecuencias", cuya eufonía  luce francamente musical, de fácil pronunciación, que ya se escucha hasta en los conversatorios escolares.

Tanto ha calado este compás musical, que como ucronía intelectual, ya lo propugnan profesores, teóricos del derecho, curas, obispos y, sobre todo, parece una marca inevitable de nuestras redes sociales cibernéticas.

Dicen y cuentan, con tal seguridad, -obviamente, supuesta-, que si el confeso esquizofrénico que en San Pedro de Macorís, asesinó su esposa, hubiera sido llevado a cumplir su pena, este no habría asesinado su esposa. Simpleza fútil.  Comodidad del pensamiento que se niega a navegar las profundidades del océano que arrastra los hechos. Vagancia mediática.

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