Por cierto, es muy cierto que ningún instrumento científico, moral o espiritual, sometido al dominio del conocimiento humano alcanza para medir con precisión el momento espiritual o material, sobre todo a partir de este último, entramado entre instantes biológicos, bioquímicos, electroquímicos y cuánticos.
Desaceleremos la mirada mental, lentamente fijémosla lentamente en única atención al acercamiento más intimo de un espermatozoide, este es una célula microscópica pero repleta de vida, sometida a complejísimos procesos de equilibrios electro-quimicos regulados por el orden cuántico establecido por la naturaleza divina para regir las propiedades de los componentes sub-atómicos, estos significantes materiales que al borde espiritual y filosófico de su existencia cuasi-diferencial, cuasi-nula, infinitesimal, pero cuya sumatoria compone el universo, constituyen ese inmenso universo celular compuesto por millones de esos entes raros medio-espirituales, medio-materiales, pero, en fin, hijos, fracciones componentes de la Naturaleza Divina.
Así mirando, despacio, muy despacio, observemos como el campo magnético de la primera cuerda, del primer electrón de la primera molécula del fluido lubricante del mar espermático por el que navega el espermatozoide, ha alcanzado a detectar el primer efecto cuàntico en la zona proximal que protege la célula doncella, el óvulo que ya espera y lanza señales cuánticas a distancia infinitas que lo ubican para ser localizado y rescatado, que de no serlo, en horas se lo tragaría el abismo de una muerte inevitable, Todavía este no sería el momento de la concepción concebido por nuestras leyes congresuales.
El proceso avanza, el acercamiento químico desata la entropía semi-durmiente, los orbitales electrónicos de los átomos que componen las moléculas proteínicas y carbohidratadas de los enverjados protectores irrumpen los equilibrios meta-estables y se recomponen con la agitación energética propia de las transferencias y modificaciones de las hibridaciones orbitales entre electrones atómicos y moleculares.
En el fragor, la cabeza del espermatozoide ha logrado abrirse espacio y penetra la semifundida membrana celular del óvulo, sin embargo, tan pronto cae al mar protoplásmico, este complejo gelatinoso de mezclas bioquímicas, diluyen la cabeza hidrocarbonada para permitir la liberación de las infintamente bien ordenadas cadenas moleculares de los ADN comosómicos sean recibidos efusivamente por sus pares ovulares....
.HabrÍA sido atravesado ya el umbral de la concepción ?....
.Noooooooo ! Imposible, ....No, no, no.
El matrimonio sigue en preparación.
La agitación en el interior del templo, el recinto del ovocito, es una sola agitación, los efectos cuánticos inundan todos los alrededores galácticos, a las mayores distancias, incluidas reacciones psicológicas, espirituales colocadas a tal distancia que bien puede hablarse con toda propiedad, de teleportación cuántica capaz de retumbar en todo el universo material, el conocido y el desconocido, y quién sabe sino Dios.
Pero, bien, el proceso ceremonial se inicia, un primer orbital cuántico escenifica el primer salto........
Oigan la bullla, señores!.....
Pero se trata de millones de moléculas y átomos, hay que esperar, la concepción está por darse pero hay que esperar horas para que se completen los arreglos.
Por fin, falta el cierre recomposicional, extenuados todos los ventitrés pares de cromosomas con sus millones de moléculas y sus recombinaciones infalibles, a la precisión Divina, está por cerrar, queda el último par molecular, es el último asalto.
Por fin queda sólo el último átomo, y ya la última hibridación orbital.
Salto cuántico a la vista! (...perdón, los sáltos cuánticos no pueden medirse, mucho menos mirarse, eso sería una apostasía, sacrilegio científico castigado con excomunión mayor si hasta de sólo imaginarlo uno, sus efectos se quillan, se trastornan, son muy espirituales pero muy ñoños.
Demás bien lo saben todos los fìsico-cuánticos del mundo), pero, en fin, como no podemos medir el último instante con precisión divina, porque Dios no ha permitido que se mida, no, no es posible determinar el momento de la concepción, ese último momentico no puede ser establecido, no puede lograrlo ni el médico chino, aun peor, ni siquiera puede ser calculado porque los electrones se espantan tan pronto se enteran de que se intenta medirlos, así son de inteligentes y esquivos esos pajaritos cuánticos, a menos que una pareja de investigadores de altísimo calibre científico como pueden serlo el diputado Luisín o la diputada Sonia, expongan nuevas teorías que les merezcan sendos premios nobeles.
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