Llego al rebose de esta prudencia ahogada en causa de tristeza
Cuando no fluyen por mis pensamientos ni tus menores enojos
Donde dulen menos las inflamadas heridas de tus menoprecios
Me inundan los sustos por tus ausencias cundo asomo el oido
A las brisas de tu nombre cifrado en los pálpitos de mi pecho
Desde lejos percibo tus ondulaciones vitales, tu risa y tu ceño
Tendido o fruncido, igual lo siento, habitas mi piel y mi aliento
Solo presumo de saberte libre, amada y servida a tanto quererte
Hija divina de mieles bendecidas por La Tierra y Los Cielos
Dime una vez, otra vez esta verdad: bien, estoy bien , muy bien.
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