lunes, 11 de febrero de 2019

SOBRE DEPORTACIONES

El ser humano, como socio natural de tantas especies de las que componen el espacio en este tiempo sideral que le ha correspondido vivir formando parte de la significativa molécula cosmológica en la que le ha correspondido quedar establecido, no le ha sido concedido más que el derecho a seguir atenido a los procesos evolutivos de una cronología social, fundada siempre en la cronología biológica que la precede, por cuanto, más allá de las pretensiones fantasiosas y emocionales de la poesía, muchas demandas intelectuales resultan contra-lógicas, cabalgan sobre los restos volantes de las cenizas del pasado retro-milenario.

 Aquellas historias del Èxodo Bìblico, -supuesto hecho histórico hoy negado por cualquier bachiller en arqueología egipcia-, racionalmente hablando, no cuentan con posibilidades de re-edición sin que medie algún cataclismo social, impensable, absurdo, sólo imaginable en las ideas de trovadores y cantautores sociales de pueblos y chuineros banilejos.

Los ejércitos laborales que sustentan los favores del capitalismo mundial, siguen siendo y por mucho lo serán, los constituyentes claves de las transferencias de valor intercambiable que al condensarse constituyen los portentosos pilares del capitalismo mundial como los del incipiente  neocapitalismo nacional en la República Dominicana.

 Es de soñadores retrasados, desfasados, descontinuados y perdidos en el Mar de los Zargazos, la idea de contener el aprovechamiento de los beneficios comerciales que reporta la mano de obra barata que sostiene la baja en los salarios del empresariado industrial, agrícola y comercial en general para beneficio del crecimiento económico de la República Dominicana, un país sin otra capacidad de transformar materias primas en productos terminados plusvalorados que la de servicios turísticos, zonas francas y la exportación a su vez de mano de obra de muy baja calificación.

Es así, por tanto, como República Dominicana queda sólo en capacidad de administrar la el sub-valor de la mano de obra agrícola a los precios del café, el arroz, el tabaco, el cacao y la caña, de modo que éstos alcancen a equilibrar a duras penas su enfrentamiento con los costos de otros países del área económica en la que nos hallamos insertos, con cuyos mercados está obligado a competir y que de pronto es bueno que sepamos que ya algunos de esos productos de producción nacional vienen siendo reemplazados por importaciones.

Quienes gritan como locos desesperados por deportaciones, cierres de fronteras, suspensión de entregas de documentos, limitaciones a las oportunidades de trabajo laboral, etc., están perdidos y pierden sus tiempos y sus oportunidades de contribuir intelectualmente en mejores causas que la de propiciar unos sentimientos de separación social carentes de objetivo lógico, real, aplicable, racionalmente pensado.

No habrá deportaciones en masa porque la economía, combustible que alimenta la biología social de los pueblos y el mundo, no las soportaría, por lo mismo no habrá cierre de fronteras.

Habrá asimilación de mano de obra extrangera barata, regulacuión y control social como manda Dios, lo mismo que continuarán las luchas de la oligarquía empresarial, por reducir el costo de las prestaciones sociales obreras en cuanto dichos costos se verán muy aumentados al volver regular la contratación de mano de obra, cuyas reivindicaciones legalmente obligadas han venido siendo desdeñadas dada la condición de empleados ilegales en las que hasta ahora se hayan la casi totalidad de los extranjeros empleados como obreros.

 Es tonto pensar en que reprimiendo socialmente la presencia de los obreros extranjeros en la producción dominicana, puede lograrse un desistimiento de su presencia en nuestro país. No es más que un contrasentido, una iniquidad y una inequidad del sentido de racionalismo humano, ese comportamiento sólo dirigido a retorcer verdades y dañar las relaciones con los hermanos con los que se duerme en la misma cama, lo cual, evidentemente, es peligroso, atrevido y desleal.

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